Envejecer en un asilo o en un hogar familiar

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Los padres se hacen mayores. O los abuelos. Llega un momento en la vida en el que surgen algunos dilemas: ¿En casa o en un asilo? Samuel Luis García lleva cinco años en una residencia para mayores. Ilonka Rodríguez decidió cuidar a su madre en casa los últimos años de su vida. Lidia Lantigua llevó a su hermana mayor a un asilo.

En la República Dominicana, los hogares para gente mayor no son muy populares. Las familias, cuando los padres o abuelos llegan a una edad que requiere cuidados especiales, suelen sacrificar su tiempo y vida personal para atenderlos. 

Los dilemas del cuidado en casa

En el país, muchas familias se resisten a mandar a sus familiares a los asilos. Rodríguez es un ejemplo. Su madre padecía Alzheimer. “Fue un poquito difícil porque yo también trabajaba”, dice. Para compaginar el cuidado de su madre con el trabajo, una persona la ayudaba en la semana.

Rodríguez debía adaptar su estilo de vida para tener tiempo para el cuidado de su mamá. “Tenía que tener un horario para sus medicamentos, comida…”, explica a Diario Libre.

Para ella era un trabajo sacrificado. “La tenía que bañar, cambiarla, sentarme a dormir, le ponía música y le hacía preguntas para que recordara cosas, porque al tener Alzheimer olvidaba las cosas”, añade.

Sin embargo, pese al gran sacrificio de tiempo y energía, nunca se planteó llevar a su madre a un asilo. “Entiendo que mi mamá hizo todo por mí. Además de traerme al mundo, me cuidó, estuvo ahí conmigo, me apoyó. Entonces, en el momento más difícil de su vida, no la iba a llevar para que otra persona la cuide. Quizá era una manera de recompensarle o de agradecerle todo lo que hizo por mí”, finaliza.

Samuel Luis García vive en un asilo

En el otro lado de la historia están aquellas personas que viven la etapa final de su vida en los asilos. García, sociólogo de profesión en su juventud, vive en el asilo Fuente de Amor, en Santo Domingo.

Lleva cinco años allí. “Me siento bien; el día a día es agradable”, explica. Tiene algunas dificultades de salud, por eso ingresó en la residencia de ancianos: para tener un cuidado más personalizado. 

“Tengo tres hijas; una vive en España, otra en Estados Unidos. Las tres son profesionales”, explica, orgulloso de su familia. El asilo cuesta 40,000 pesos al mes y tiene atención las 24 horas. En cuanto a la relación con los otros ancianos, dice: “Nos llevamos muy bien todos los días”. 

Lidia y Ada llevaron a un familiar a un asilo

En la mayoría de los casos, cuando una persona mayor acaba en un asilo es porque sus familiares no tienen el tiempo ni la capacidad de cuidarla.

El 7 de febrero de 2017, Lantigua acompañó a su hermana de 93 años, Elsa, para que ingresara en un asilo. “Mi padre murió, mi padre también. Yo no tengo hijos y mi esposo murió. Ella tuvo dos hijos, pero el mayor perdió la memoria y el chiquito perdió un pie”, explica.

A pesar de estas desgracias, Lantigua tuvo un golpe de suerte: la aceptaron en el Hogar de Ancianos San Francisco de Asís.

Ada Javier, por su parte, en 2017 tuvo que dejar en un asilo a su tía, de 94 años, quien fue su madre de crianza. “Tomar la decisión fue difícil, porque en los últimos dos años ella estaba viviendo conmigo y vivo en un cuarto piso. Me iba por la mañana a trabajar y la dejaba con una cuidadora. Cuando ella se ponía mala era un caos para sacarla”, determina. 

Dos semanas después de enviar la solicitud, la aceptaron en el asilo. Sin embargo, otros ancianos en el país están entre la espada y la pared, sin poder ir a un asilo y sin poder ser cuidados por su familia como se merecen. “Entiendo que debería haber más sitios como este porque aquí están seguros, bien atendidos y la tratan con amor”, finaliza.

Un asilo público con 185 ancianos

En la República Dominicana hay una costumbre más conservadora a la hora de llevar a familiares a asilos. Es por esto que no hay tantos como en España, por ejemplo. Sin embargo, ¿cómo son?

En la avenida Independencia se encuentra el Hogar de Ancianos San Francisco de Asís. En este lugar, que lleva 40 años funcionando,185 personas mayores viven en comunidad. Enrique Rosario, representante de la institución, explica a Diario Libre que su misión es “dar asistencia a adultos mayores que no tienen la posibilidad de estar en su casa”. “Damos atención, amor y calidad de vida”.

El día a día en el asilo es tranquilo. Cuando se levantan, son aseados por el personal. Tras el desayuno, tienen actividades de entretenimiento, que se desarrollan desde las 9:00 a. m. hasta las 11:00 a. m. Luego, tienen almuerzo y descanso. Por la tarde, aquellos que quieren, asisten a rezar el rosario y a la Santa Misa. “Cada día tienen actividades variadas: manualidades, música, educación…”, explica Rosario.

Este asilo está dirigido a familias que no tienen muchos recursos económicos. “El que tiene pensión puede ayudar, pero no es prioritario. Hay muchas solicitudes”, dice Rosario.

Este hogar para ancianos se mantiene vivo gracias a las donaciones, ayudas del gobierno y a lo que cada residente puede aportar. Sin embargo, no es fácil. “Los fondos que da el gobierno no son suficientes. El gobierno no nos paga a todos los empleados”, expresa Rosario. 

El Conape, protector de los mayores

El Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape) cuenta con 40 centros organizados como una Asociación Sin Fines de Lucro, que reciben fondos del presupuesto del Estado, según explica Wendy Mojica, directora de Supervisión y Evaluación de Servicios de Centros de Atención al Adulto Mayor del Conape.

Para cuidar a los adultos mayores, Conape actúa en diferentes frentes. Algunas de estas acciones son:

– Centros de día

– Protección legal y derechos humanos

– Actividades de inclusión social

Además de estas iniciativas, Conape capacita a cuidadores para asegurar que la atención a los adultos mayores se realice de manera adecuada y respetuosa. En este mes de noviembre, Supérate y Conape graduaron a la primera promoción de personas cuidadoras del país: un grupo de 88 mujeres y dos hombres.

En cuanto a la situación de las personas mayores del país, Mojica considera que se están cuidando bien. Sin embargo, reconoce “que este es un reto multidimensional que requiere la colaboración entre el Estado, la sociedad y las familias.

El asilo, desde el punto de vista psicológico

Sara Iglesias es psicóloga y ha tratado casos de adultos mayores que tuvieron que ingresar en un asilo. En esta cuestión hay dos implicados: los familiares y el anciano.

“Muchas veces los familiares viven un proceso de culpa; sienten que están dejando en un lugar a esta persona que estuvo con ellos. Muchas veces esto requiere de un proceso de concientización para los familiares”, explica Iglesias.

Estar en el hogar es muy importante en la etapa final de la vida de una persona. “El hogar es el espacio por el que luchamos para construirlo y queremos estar en el último momento de nuestras vidas”, determina.

El miedo a morir lejos de casa

Muchos familiares se preocupan por visitar a sus adultos mayores que se encuentran en asilos. Sin embargo, siempre está el miedo a morir lejos de los suyos.

“Por lo regular, lo que más se ve afectado en todo este tema con los miedos es el sistema límbico. ¿Por qué? Porque las emociones en las personas adultas mayores se disparan, porque ya no hay el control de muchas de las cosas que antes podían controlar”, finaliza.

Este proceso de miedo puede verse disminuido si los familiares dedican tiempo a visitar regularmente al anciano en el asilo. Sin embargo, el hogar es lo ideal para envejecer.

Una sociedad menos individualizada

República Dominicana, al igual que la mayoría de países latinoamericanos, se diferencia de occidente en el trato a los mayores.

El sicólogo Joel Arboleda explica esta diferencia.“Eso tiene que ver con unos procesos que se llaman procesos de individualización. En Occidente se ha seguido ese proceso, más acentuado en los Estados Unidos, en Europa y en Japón. Eso supone un rompimiento, una liberación de las instituciones tradicionales. La familia es una de esas instituciones”.

Lo que antes hacían las familias, ahora pasan a hacerlo las instituciones. En este caso, “se produce un traspaso de las labores de cuidado desde la familia hacia las instituciones”, aclara.

República Dominicana y Latinoamérica se resisten

Parece que Latinoamérica se resiste a delegar el cuidado de sus mayores. Pero ¿por qué? Arboleda explica algunos factores. 

“Primero, hay una visión social negativa, como de abandono del adulto mayor que se lleva a un asilo. Segundo, la infraestructura es muy reducida y tiene dos grandes extremos: los asilos extremadamente costosos o los que son de servicio estatal o de caridad”, explica.

Los asilos privados, la otra opción

Aquellas familias que no pueden esperar a que haya plazas disponibles en los asilos públicos, suelen optar por los privados, como Fuente de Amor, ubicado en el malecón, cerca del Mirador Sur.

Allí cuidan a 16 personas mayores. “Los clientes pagan 40,000 pesos y con eso se paga a las enfermeras, la comida y demás asistencia”, explica María Rodríguez, una de las encargadas.

En este asilo los abuelitos tienen habitaciones individuales, pero también hay compartidas: de dos y tres personas. 

Rodríguez cuenta que “se despiertan a las seis de la mañana, se toman un café y desayunan”. “Algunos se medican hasta tres y cuatro veces al día. Los sacamos a pasear al parque y tratamos de animarlos, para que despejen la mente”.

Aunque los ancianos viven aquí, no están solos. “Sus familiares vienen a visitarlos”. Algunos más que otros, concreta otra enfermera.

Asilos de élite

En Arroyo Hondo se encuentra el asilo Sarita Celestec Homes, que abrió sus puertas en febrero de 2023. Este lugar nació cuando Lucía Sarita buscaba espacio para el cuidado de su madre, pero no encontraba uno que reuniera todas sus condiciones.

“Decidió crear uno que se siente como un hogar”, narra Karina López, administradora del centro.

Para ingresar, los ancianos son sometidos a una evaluación por un médico geriatra y un departamento de sicología. La residencia permanente en este asilo puede llegar a los 100,000 pesos mensuales, sin contar con el suministro de medicamentos.

“No es que tú no quieras a tu familiar, es que necesita cuidados 24/7. La idea es que la gente se mentalice y entienda que está mejor cuidado y no sientan esa culpa”, explica López.