Thais Herrera: “La República Dominicana es un salón de aventuras”

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  • —¿Cómo es el cielo nocturno en el Everest?

    La noche de la escalada a la cumbre había luna llena, no se veían las estrellas. Pero sí vimos un amanecer indescriptible. Yo iba subiendo, pero iba tan enfocada en ver ese cielo, las nubes, el sol naciente, los colores… que ni lo sentía.

Es ingeniera industrial, tiene 47 años, un perro que se llama Óreo, una pared de escalar en el patio de su casa y lo mismo sube al Everest que bucea o esquía en el Polo Sur. Es vegetariana, pesa 153 libras y mide 5’6”. Es pura energía y tiene un carisma contagioso que explica su éxito en el coaching de equipos. Se define como aventurera. Y hay que creerle, porque aquella niña que quería ser arqueóloga hoy va camino de conquistar las cumbres más altas de todos los continentes. Además sube (y baja) corriendo el Pico Duarte y es la primera mujer dominicana en completar un IronMan.

—Para los deportistas hollar el Everest es una hazaña, pero para los sherpas es otra jornada laboral.

¡Es así! Le hice photobomb al sherpa que tiene el récord de mayor cantidad de ascensos; ¡tiene 30! El chiste es que la bandera dominicana sale en todos sus videos. Porque yo llevo la bandera dominicana en el gorro, en el corazón, la llevo encima a todas partes.

—¿Orgullosa de ser dominicana, como dice el anuncio?

Yo soy muy dominicana, y aunque tengamos problemas, yo creo que este país tiene muchísima oportunidad de mejora desde cada uno indvidualmente. El tránsito, por ejemplo. La intersección, respeta la intersección y ya. Solo con eso yo creo que el tránsito en Santo Domingo fluiría un 20 % mejor.

—¿Cómo se financian todas esas aventuras?

Las tres primeras fueron a puro ahorro. Una niña educada; mi madre me enseñó a ahorrar. Después me acerqué a Marcos Díaz, que me orientó para profesionalizar estas expediciones. Y un día, en el aeropuerto de Miami, camino de la tercera, me entró una llamada de la gente de Arroz La Garza. Querían patrocinarme…, y empecé a llorar emocionada. La gente en la fila de embarque pensaba que yo estaba loca.

—¿Cómo se le ocurrió subir al Everest?

En el 2015, absolutamente por fresca. Estaba escalando el Pico Duarte con Karim Mella, el primer dominicano que llegó hasta la cumbre del Everest. Subíamos con jóvenes de distintas fundaciones… Ese año fui a una escuela de glaciares. Fue mi primer contacto con la alta montaña y decidí que quería subir al Everest.

“A mis patrocinadores, les digo “mis cómplices”, porque no es una relación solo comercial. “ Thais Herrera

—Pero la vida tenía otros planes.

Sí, y hay que saber adaptarse y reconducir. Eso también te lo enseña la montaña. Cuando empiezo con este proyecto, mi esposo enferma de cáncer, en el 2017. Dejé a un lado el montañismo. Domingo falleció en 2018, él me apoyaba en todo. Me regaló en la Navidad de 2015 la GoPro que íbamos a usar para la foto de la cumbre del Everest. Cuatro meses después de que falleciera, me voy a Ecuador a entrenar. Me había quedado sola en casa, porque mis hijos se habían marchado a estudiar y necesitaba ese espacio para mi misma.

—¿Quién creyó primero en usted?

En Ecuador conozco a Karl Egloff, que es un recordista. Él me motiva mucho, y lo acompañé en el 2019 en una escalada, pero yo no estaba en forma y tampoco el clima ayudó. Me pongo el propósito de ir en el 2020 y cuando voy quedé enganchadísima.

En la montaña

—¿Ha llorado de cansancio, de miedo, de alegría…?

No mucho. En la Antártida, fue la primera vez que lloré al lograr una cumbre; subí el día de mi cumpleaños. Ahora cumplí 47.

—¿Es una edad común en estas hazañas?

Ahora se ven mucha más personas jóvenes, más cerca de los 30 que de los 50. No es mala edad. Ese día mis hijos me mandaron unos mensajes bellísimos para felicitarme el cumpleaños. Los mensajes de mis hijos hacen que cualquier cosa que haga tenga valor, tenga sentido. Yo digo que esto lo hago para demostrar que los sueños se pueden lograr y es justo lo que me ponen cuando me escriben.

—¿Ha escalado con ellos?

Subí el Kilimanjaro con el mayor. El menor me pidió que también la quiere subir.

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Infografía

—No la imagino en una oficina.

Soy ingeniería industrial. Trabajé en zona franca inicialmente, en tema de procesos. Luego trabajé en call centers y después surgió mi empresa: Asertiva. Y me contrataron para hacer el project management de un triatlón y ahí empecé a aprender, desde los eventos deportivos, cómo podíamos desarrollar programas de liderazgo, con la fundación de Karim. Soy docente en Barna.

—Si le preguntan por su profesión, ¿contesta ingeniera o deportista?

Yo creo que soy aventurera. Ya he hecho el primer nivel de parapente, que eso sí me gustaría: subir la montaña con mi parapente y bajar planeando, porque las bajadas me gustan, pero el Everest me demostró que son más retadoras en muchas ocasiones. La República Dominicana es un salón de aventuras; esos ríos con cascadas cristalinas, que bien administradas y con el apoyo de las comunidades… ¡siento que hay tanto por hacer!

—¿Necesita psicólogo, coach, entrenadores…?

Tengo asesoría de nutricionistas. Y se necesita un coach, claro que sí. Es como el psicólogo. Carlos Tejeda, de InShape, me dirige en la parte física. Y me deja tomar café como premio o me lo quita cuando no “me porto” como debiera.

—Su edad física no debe ser la del calendario.

Claro, cuando salgo con los amigos de mis hijos, ese es el chiste: “Oye, tu mamá no se cansa”. Pero sí me canso, sobre todo ahora, porque la expedición fue muy larga, 47 días.

—¿Esfuerzo físico o mental?

Yo diría que quizá un 70, 80 % es esfuerzo mental. Porque la parte física es más fácil de entrenar.

“Eres otra persona al aire libre y reaccionas de otra manera. Te sale lo bueno y lo malo. Las dinámicas de equipo y los liderazgos se dejan ver enseguida en situaciones más extremas.” Thais Herrera

—¿Piensa en la muerte en esas cumbres?

Se calcula que un 2 % de los que intentan hacer cumbre en el Everest mueren. Cuando yo llegué al Campo 4, los compañeros del primer grupo dijeron que vieron dos personas fallecer. Para eso no te prepara nadie. Tienes que tener muy fuerte la mente y decir, “el 98 % sobrevive y yo voy a estar en ese 98″. Soy por naturaleza muy optimista.

—Hace tanta labor social como escalada.

Me considero una persona espiritual, no tanto religiosa. Tuve unos pleitos teóricos con la religión. Lo que pasa es que estamos programados, codificados para tener una religión, y durante muchos años fui practicante, de hecho voluntaria en la iglesia en proyectos de labor social, muy activa. Hoy yo trato de ayudar a todo el que pueda, a través de organizaciones generalmente.

—El voluntariado es bueno para la salud, dicen.

Para todo… Eso se devuelve. Yo creo que sí. Lo sentí cuando falleció mi esposo. Sentí como que a todo el que en algún momento en la vida yo quizá ayudé sin esperar nada a cambio, me devolvió tanto cariño, tanto apoyo, tantas cosas buenas que yo no me lo esperaba… Mi misma empresa creció en ese momento y yo decía que era para que me mantuviera ocupada y recordara a Domingo desde el amor, desde el agradecimiento.

El silencio

  • —¿El silencio de las cumbres asusta?
    En el Polo Sur, aunque se va en equipo, no se marcha tan cerca. Una tiene mucho tiempo para ir consigo mismo y el Polo Sur… era tan vasto y silencioso… Pero el silencio se oye. Y en la noche cuando ya se había dormido todo el mundo a menos 30 grados se siente mucha energía buena. Es increíble.
  • —¿Medita, reza?

    Yo soy muy de energías, de vibras, de espiritualidad… Hago mis meditaciones, mi agradecimiento, mis oraciones y eso en todos los lugares. Pero específicamente en la Antártida y ahora en el Everest, esos momentos en que salía para el glaciar me llenaban mucho.